Marilyn Monroe, una vida cargada de brillos y dolores.
“No todo lo que reluce es oro”, dice un dicho popular. Y Marilyn Monroe es un ejemplo de los dolores y sufrimientos que hay detrás de una mujer bella, exitosa y que parecía tener una vida resuelta. Nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, California, y tuvo una infancia difícil, en las que pasó por varios hogares adoptivos porque su madre Gladys Pearl Baker, quien trabajaba en la productora RKO Pictures y era fanática del cine, tenía problemas mentales y no contaba con los recursos económicos para cuidarla. Por eso, a los 16 años, Norma Jean -así era el verdadero nombre de la actriz- decidió casarse con su mejor amigo, James Dougherty, para tener una vida un poco más convencional.
En 1944, su vida estaba dedicada al cuidado de su hogar y a su trabajo en la fábrica de municiones Radio Plane en Burbank, cuando un fotógrafo la retrató para la portada de la revista Yank, the Army Weekly y le abrió las puertas al mundo del modelaje. Pero como a su marido no le gustaba su carrera en los medios, en 1946 decidió divorciarse para dedicarse de lleno a lo que siempre había sido el sueño de su vida.
Llegó a Hollywood en la edad de oro y firmó contrato con los estudios FOX dispuesta a convertirse en una estrella. Pero las cosas no se dieron con la rapidez que esperaba. Adoptó como nombre artístico Marilyn Monroe y durante años solo obtuvo papeles pequeños en películas e hizo producciones como modelo. “Solía pensar mientras miraba las noches de Hollywood: ‘Debe haber miles de chicas sentadas solas soñando en ser una estrella’. Pero no me voy a preocupar por ellas, yo soy la que más sueña”, recordaría años más tarde.
Así fue como con una pésima situación financiera en 1949 accedió a hacer fotos completamente desnuda para un calendario, por la que le pagaron unos míseros 50 dólares. Las imágenes causaron furor por la belleza y la sensualidad que desplegaba Marilyn y el calendario llegó a vender ocho millones de copias y Hugh Hefner compró los derechos de las fotografías para ponerlas en la portada del primer número de la revista Playboy. Y ese representó el puntapié inicial para una carrera como símbolo sexual y como una de las figuras más relevantes del siglo XX.
Su consagración como artista llegó en 1953 con sus trabajos en “Niágara” y “Los caballeros las prefieren rubias”. La imagen de Monroe copaba todos los diarios y revistas y no solo sus trabajos en la pantalla grande eran relevantes, sino que su vida sentimental resultaba muy atractiva para el público. Y a mediados de la década, cansada de hacer siempre el papel de “rubia tonta”, decidió abrirse camino lejos de Fox y se casó con el jugador de beisbol Joe Dimaggio y se fueron de luna de miel a Japón, donde provocaron un revuelo al llegar. Y en medio del viaje, Marilyn se fue sola por cuatro días a Corea para entretener a los tropas estadounidenses que se dirigían a la guerra de Vietnam. “Nunca antes me había sentido una estrella”, reconoció.
El fenómeno Monroe no parada de crecer y en 1955 la actriz protagonizó “La comezón del séptimo año”, una comedia de Billy Wilder, en la que interpretó una escena con la que quedaría para siempre inmortalizada. Su personaje, “La Chica”, se ubica arriba de la boca de aire de un subte de Nueva York, haciendo que la falda de su vestido blanco vuele, mientras intenta sujetarlo con gracia. Pero a medida que su fama crecía, su matrimonio perdía fuerza y se separó del deportista meses más tarde.
Ese mismo año, Marilyn decidió que quería continuar su trabajo en los medios como una actriz seria. Se instaló en Nueva York para estudiar actuación y fundó su propia productora -Marilyn Monroe Productions-, convirtiéndose en la segunda mujer de su país en hacerlo. En su nueva vida, estuvo más cerca de la escena intelectual de la época y se enamoró perdidamente del dramaturgo Arthur Miller, con quien se casó en 1956.
“No me interesa el dinero, solo quiero estar maravillosa. Mi trabajo es la única base en mi vida sobre la que me he mantenido en pie. Me parece como si tuviera una súper estructura sin cimientos, pero estoy trabajando en ella”, destacó la artista, quien llegó a un acuerdo con Fox para mejorar su sueldo y tener poder de decisión sobre sus personajes.
“El príncipe y la corista” fue el primer gran proyecto de su productora, pero en el rodaje Monroe comenzó a tener problemas de conducta. Llegaba tarde o no se presentaba y estaba abrumada por su vida mediática. Para colmo, a la par de su carrera, soñaba con convertirse en madre y formar una familia numerosa, y al terminar el rodaje de la película sufrió su primer aborto, lo que representó un golpe anímico muy fuerte y marcó un quiebre en su matrimonio.
Su adicción a las drogas comenzó a ser cada vez más evidente en la década del 60, cuando en más de una oportunidad estuvo cerca de su muerte y la llevó a pasar varias semanas internada en un hospital psiquiátrico. En 1962 regresó al cine con “Something’s Got to Give”, junto a Dean Martin, y en medio del rodaje protagonizó un escándalo al ausentarse durante siete días para asistir a una gala por el cumpleaños del entonces presidente John F. Kennedy, al que le cantó el feliz cumpleaños públicamente y se la relacionó a nivel sentimental.
Esa presentación que para la artista fue una de las más importantes de su carrera, incrementó el tomento en el que vivía hace años años. Y el 5 de agosto del 62, a los 36 años, Monroe fue encontrada muerta en su casa. El informe forense determinó que la actriz se había quitado la vida con una sobredosis de somníferos, sin embargo, la escena de su muerte no estaba del todo clara. Pero al no haber pruebas suficientes, no se pudo determinar que hubiera terceros involucrados en su triste final, que significó el nacimiento de un mito. A 95 años de su nacimiento, Marilyn sigue siendo un símbolo de la sensualidad y del empoderamiento femenino y una de las estrellas más importantes que dio el cine en el siglo pasado.
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