Monseñor Angelelli.
El 4 de agosto de 1976, a casi 5 meses del golpe de Estado, monseñor Enrique Angelelli viajaba por la ruta 38 en una camioneta Fiat 125 junto al vicario episcopal, Arturo Pinto. Habían estado en la ciudad de Chamical, La Rioja, tras recopilar información sobre el secuestro y muerte de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y Wenceslao Pedernera, campesino católico. Fue en ese trayecto rumbo a la capital donde sufrirían un accidente que acabó con la vida del obispo y del que Pinto milagrosamente sobreviviría. Con el tiempo se supo que detrás del siniestro se ocultaba una trama cuyo objetivo era silenciar para siempre al “cura rebelde”.
Angelelli nació el 18 de julio de 1923 en la ciudad de Córdoba, hijo de dos inmigrantes italianos: Juan y Celina. Se ordenó en el Seminario de Nuestra Señora de Loreto a los 15 años, en 1947 viajó a estudiar a Roma al Colegio Pío Latino Americano y fue ordenado presbítero el 9 de octubre de 1949. Regresó a Córdoba en 1951 para asumir como vicario cooperador de la parroquia San José en Alto Alberdi y el 12 de diciembre de 1960 fue nombrado obispo titular de Listra y obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba. Dos años después participó de la primera sesión del Concilio Vaticano II, de la tercera (1964) y de la cuarta (1965).
Su lema era: “Con un oído en el pueblo y con otro en el evangelio”.
El Concilio tenía como objetivo una renovación de la iglesia para acercarla a los hombres, pero no fue bien recibido generando divisiones dentro de la institución. En 1968, a sus 45 años, asumió como obispo de la Diócesis de La Rioja donde realizó un trabajo con campesinos y trabajadores de la provincia hasta que en 1976 comenzó a recibir amenazas y a ser hostigado. Angelelli era parte de los llamados curas tercermundista que fueron perseguidos durante la década del 70 por sus ideas cercanas a la izquierda.
El 22 de julio de 1976 realizó su última homilía, fue en memoria de Longueville y Murias que habían sido asesinados cuatro días antes. A continuación, un fragmento de sus palabras:
¡Cómo quisiera decir a los que les quitaron la vida, a los que prepararon el crimen, a los que lo instigaron: abran los ojos, hermanos! Si es que se dicen cristianos, ¡abran los ojos ante el sacrilegio que se ha cometido, ante el crimen que se ha cometido! (…)
Hermanos míos, yo los invito a que oremos por los que mataron a Carlos y a Gabriel, sin que nos interesen ni las siglas ni los nombres. Lo repito, no tenemos ni los ojos ni los oídos cerrados; tenemos la inteligencia normal de todo ser humano, o sea, que si hay que saber y podemos conseguir elementos y estar así en condiciones de informar a quien se debe, vamos a hacerlo. Pero también nos preguntamos: ¿hay acaso hermanos nuestros que pueden imaginar o pensar o programar violencias, y hay otros que las ejecutan? ¿Y es posible que coincidan? (…)
¡Qué difícil es ser cristiano! Porque al cristiano se le exige perdonar. Si se nos dijera: “No tenemos que perdonar; esto no es cristiano, no es siquiera humano matar sacerdotes”, responderíamos sin vacilar: el cristiano tiene que perdonar a todos. Pero otra cosa es aprobar los errores y otra aún no trabajar para evitar que estas cosas sucedan.
Señor, permite a Gabriel y a Carlos que desde el cielo sacudan los corazones de sus asesinos, para que no sigan haciendo lo que están haciendo. Gabriel y Carlos: como obispo, yo tengo mucho que agradecerles a ambos. ¡Muchas gracias! Amén”.
Fue nombrado obispo en La Rioja en 1968.
“Es mi turno”, le dijo días antes de su muerte a su sobrina y no se equivocó. El obispo se había entrevistado con el jefe del III Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, para denunciar las violaciones de los derechos humanos y la persecución al obispado riojano. Daniel Cecchini transcribió en Infobae parte del diálogo que mantuvieron:
-General, usted y yo somos católicos, tenemos que rezar un padrenuestro por los perseguidos.
-Yo no rezo el padrenuestro por los subversivos porque no los considero hijos de Dios. Y antes de despedirlo le advirtió:
–El que se tiene que cuidar es usted.
El 4 de agosto – hace exactamente 45 años – viajaba por la ruta 38 con tres carpetas que había recolectado sobre la muerte de los sacerdotes cuando, según el relato de Pinto quien había logrado sobrevivir, dos autos comenzaron a seguirlos hasta lograr encerrar a la camioneta en el paraje Punta de los Llanos para que vuelque. El Padre, quien permaneció varios minutos inconsciente, contó que al despertar vio al monseñor muerto al costado de la ruta con el cuello con graves lesiones como si alguien hubiese “terminado el trabajo” encomendado.
Los diarios de la época hablaban de “accidente”.
La causa fue tomada por el juez Rodolfo Vigo y la fiscal Martha Guzmán Loza instó a que se cierre como “accidente de tránsito”. Por años la versión oficial fue que Pinto manejando perdió el control y al intentar retomar se le pinchó una goma; producto de los “sucesivos vuelcos” el obispo perdió la vida.
El cuerpo de Angelelli al costado de la ruta 38.
Lo cierto es que los restos de Angelelli fueron trasladado rápidamente a la capital riojana, la autopsia revelaría que el cuerpo presentaba varias costillas rotas y una fractura en el hueso occipital que coinciden con una lesión provocada con un objeto contundente. Con el tiempo se sabría que los frenos y volante estaban intactos y no había marcas de balas.
Casi diez años después, en 1984 ya con la vuelta de la democracia, la causa fue recaratulada como “Homicidio calificado”. Pero no fue hasta el 2014 cuando los represores Menéndez y Luis Fernando Estrella fueron condenados a prisión perpetua como autores intelectuales de la muerte del obispo, aunque hasta el día de la fecha se desconoce a los autores materiales.
El lugar donde perdió la vida, al costado de la ruta 38.
El Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos realizó un informe donde estableció que durante el último gobierno de facto 30 curas fueron secuestrados y luego liberados. Al menos 18 fueron asesinados o figuran como desaparecidos, mientras que 10 estuvieron detenidos en dependencias policiales.
Angelelli, Longueville Murias y Pedernera beatificados en 2019.
En junio de 2018 la Iglesia Católica anunció la beatificación de Angelelli, como también la de los sacerdotes Murias y Longueville, y la del laico católico Pedernera. La ceremonia se realizó el 27 de abril de 2019 en la provincia donde murieron. Un gesto a su memoria y a la verdad.
Por Yasmin Ali
*Tw: @Yas_Friends
La entrada “Es mi turno”: el crimen de monseñor Angelelli, la trama para simular un accidente y los años de lucha por la verdad se publicó primero en La Crítica.
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